diciembre 08, 2008

Pinche Papa Bill's

De no ser porque fui mero testigo, casi escolta o mayordomo, el más pinche de todo este asunto sería yo. Pero sucede que con la euforia decembrina, todas las oficinas inventan la idea de que sus integrantes son amigos, se quieren y desean celebrar juntos el nacimiento del que nunca estuvo. Así que alguien sugiere una  comida de fin de año. Si todo sale bien, en esa comida, alguien se acostará con la secre —ella ha prendido su velita al Sanjuditas para que le haga el milagrito—, alguien dormirá en la banqueta, algún borracho chocará y otro par se pelearán por el amor de una mujer que la mañana siguiente no merecerá, siquiera una segunda mirada.

Afortunadamente, mi experiencia al respecto, es muy poca y si me aparezco, como el genio por causa de la botella, desaparezco apenas empiezan a formulárseme deseos como baila, platica o quédate otro rato. Además, la puteada que hoy me sale del alma, no es contra las fiestas, aunque bien merecieran una en particular, esta vez, reniego de la pinche forma en que los restaurantes nefastos, de mal gusto y peor calidad, sacan provecho de la misma ingenuidad imperdonable de quienes piensan que todos en la oficina somos amigos.

Y bueno, la misión es reservar una de esas comidas en el Papa Bill’s de plaza Escenaria. Ya desde ahí me pronuncié por la falta de visión de los organizadores, pero al fin y al cabo ni es mi oficina, ni me afectaba la inminente estafa que tendría lugar, así que no tuve inconveniente en acompañar a la comitiva de reserva, con reservas, eso sí.

Por principio, el pinche “nuevo concepto” de cantina en México. Joder. No sé por qué retraso mental atávico hay quien considera que toda la novedad es buena, que por ser un  nuevo concepto, ha de ser mejor que la cantina que ha funcionado y dado felicidad y alcoholismo al mundo por quinientos años. Lo más idiota, es que la gente se lo traga. Y por mucho que uno mire al horizonte y se pregunte hasta dónde llegará la estupidez, no encuentra respuesta. El nuevo concepto, por lo demás, es un asco, decoración de la más baja estofa, mesas de lo más incómodas, iluminación ofensiva, videos ochenteros de lo más vergonzante, casi se escucha la voz de Raúl Velasco como mensaje subliminal: chupa, a ver si se te olvida dónde estás, huye de tu realidad, apaga mi voz con alcohol. Sí, adivinaste, Papa Bill’s APESTA!! Y si de verdad existe un padre de familia cuyo nombre es Bill, más le valdría cambiarse de nombre o aún mejor, no haber nacido. Para evitar bochornosos equívocos.

En fin, superada la pinche foto de AMLO con la bandera de México al pecho y la de Frida bigotona y ofensiva en su mirar, le decimos a la hostess —otro concepto de lo más idiota— que venimos a hacer una reservación. Sí!!! A hacer una reservación y a pagarla. Duda, parece no entender. ¿Será tan poco común que les reserven? ¿O también a ella le causa cierto resquemor en el hígado el pensar que NO SE PUEDE HACER UNA PUTA RESERVACIÓN POR TELÉFONO. Admiro al sujeto genial, que en la junta de directivos decidió que no, señores accionistas, las reservaciones por teléfono o por internet son cosa del pasado, lo de hoy es arrastrar a la gente al restaurante para que paguen por adelantado la cuenta y la propina. Lo de hoy es joder al prójimo, porque el prójimo es tan estúpido que, con todas las trabas que se me ocurren, sigue viniendo a comer a este pinche “Saloon, restaurante & cantina”. A lo que la junta directiva aplaude y ovaciona de pie. Especialmente ante el pochismo. Restaurante & bar, saloon. ¿Por ensalmo de quién hijos de la chingada se les ocurrió que es original meter un barbarismo ahí? “¿Qué tal restaurante, bar, saloon? Es un nombre de mírame a huevo!!” Nueva ovación de la junta directiva.

En fin, esta es la impresión al cruzar el umbral apenas. La hostess nos invita a tomar asiento en una mesa del bar, inocente, pretende ignorar que llevamos sendos cafés del neocapitalismo cocacolero, Starbucks. Nada pinches, por cierto. Y nos ofrece algo de beber. No, señorita, no venimos a tomar, venimos a hacer una reservación. Ah, un momento entonces. El momento, se vuelve una veintena de minutos. En que meseros van y vienen, en que uno curiosea en las formas de reservación, los recibos y la carpeta con las reservaciones hechas, las mesas organizadas para todo el mes. Vacío hasta la tercera semana de diciembre, lleno entonces, por la euforia de las comidasdefindeañodelaoficina y vacío de nuevo.

Me levanto, camino como león. Agito las formas de reservación. Hago amago de escribir sobre todas ellas mientras tarareo una alegre canción sin sentido. En las pantallas, timbiriche, emanuel y no se quien chingados más. Me sentía prisionero en una cárcel de guantánamo, guerra psicológica. Al fin, un indito chaparro con delantal negro se acerca y pensamos, “al fin, carajo! veinte minutos para empezar a tomar una reservación!” y no. FUCK! ¿Desean tomar algo? Que no pinche indio patarrajada estúpido, ¿no entienden nada en este puto lugar? ¡NO VENIMOS A TOMAR, venimos a hacer una maldita, jodida reservación! Sentimientos que, amablemente expreso con una negación de cabeza y señalando a mi rico triple light latte venti. (También me encabronan los nombres enrevesados de starbucks, pero eso será materia de otro post).

Y bien, asustado el enanín de la corte de los idiotas, —a quien con mucho gusto le hubiese proporcionado un sombrero de bufón de haber tenido uno a mano—, pasan otros diez o quince minutos y al fin se apersona un sujeto falso como pocos, de esos que pretenden tener sentido del humor y sólo caen mal por lo ridículo y falto de elegancia de sus supuestos chistes. El tipo soso me ofrece la mano. “Perdón por la espera”. Me quedo mirándole la mano. ¿En serio —pienso— en serio crees que la gente es tan pendeja? ¿Que nadie se ha dado cuenta de que hacen esperar a la gente a propósito para meterle una cerveza, un cubierto y propina a chingadazos? Dudo si torcerle la mano y aplastarle la cara contra la mesa... Al fin, le doy la mano. Pendejo. Después de todo, sólo vengo de testigo, ninguna ofensa es contra mí.

¿Para qué día quieren su reservación? Uuuuuuuy estamos llenos. Mientes, hay  mucho lugar.  Ah! ya vieron la carpeta! Y claro, hace media hora te esperamos. Bueno, pero sólo hay en... Sí, justo queremos en la terraza. Pero ahí es muy frío. Y a ti qué? Luego se queja la gente, no crean que después les puedo dar mesa en salón —¿saloon?—. Queremos te-rra-za, te-rra-za ¿entiendes? Lo que pasa es que tengo que advertirles que Bueno si no quieres que reservemos, nos vamos. No, no, no, terraza entonces, ¿cuántas personas? Trece. ¿Cuántos paquetes? Dos. No pueden pedir dos. (¿Entonces para qué carajo preguntas, maldito retrasado mental? ¿Tienes polio?) ¿Por qué? Mínimo deben pedir un paquete por cada cuatro personas. Tienen que pedir tres. ¿Algo más? ¿Tienen más prohibiciones? No, bueno, alguien se quedará sin comer. ¿Y? Que se joda la secretaria, ¿qué tal? Pobrecita, alguien debería... Sí, pobrecita. Que se jooooo-da ¿entiendes? Ok, entonces les hago su cuenta y vemos cuánto me dejan. A ver, son .... más cubierto.... más servicio... éste es su total.

Una vez más tuve que reflexionar profundamente, ninguna de sus tranzas me afecta, ninguna de estas pendejadas me llega. Si has cobrado por adelantado una comida entera por persona, ¿qué sentido tiene cobrarles, encima, el cubierto? Y si ya cobraste, aseguraste, comida, bebida y cubierto. ¿Con qué pinche jeta te atreves a cobrar la propina por adelantado. ¿No se gana la propina por un buen servicio? ¿No el quince porciento corresponde a un servicio excelente, maravilloso, donde casi casi a uno le sirve una ex modelo de la unión soviética con mini falda y pocas inhibiciones? Pues aquí va por adelantado, y si quieres eh?  Si no, puedes ir a celebrar tu fin de año a un lugar menos exclusivo y con peor gusto que el nuestro. Supongo que eso es difícil de hallar. Por mucho que uno le busque, un lugar más jodido, más pinche, más tranza, con una atención mas canalla y unos alimentos más deleznables, debe ser como un garbanzo de a libra. Dudo que lo haya, salvo, quizá McDonalds durante la primera hora del desayuno. Y se darían un quien vive.

Pagaron su reservación. Recibimos recibo y factura. Ojo cuadrado del pinche naco antipático con playera gris —restaurante bar salOOn— cuando refulge la mont blanc etc. Mirada de ¿debí tratar mejor a estos...?

Entonces viene la cereza del pastel. ¿Sellan el boleto de estacionamiento? Sí, démelo. Y al llegar a la caja del estacionamiento, ante un letrero enorme que dice $20 primera hora. Incólumne, el honrado cajero dice: son $30 pesos. Pero si entramos hace menos de una hora! Mire, no importa a qué hora entró, el sello Papa Bill’s hace que se le cobren treinta pesos. Menudo favor de hijos de puta! Encima que hacen esperar en un estúpido esquema de mercadotecnia jerkoff trasnochada y pajarera, te suben diez pesos el estacionamiento por haberte dado el honor de entrar a su puto restaurante bar saloooooon.

En fin, bastante malo es el lugar, por su intento fallido de innovar, por su decoración digna del grotto más pitero del narcobarroco playboyero, por su inigualable estilo puticharro de entretenimiento. Bastante malo por su pochismo, su mercadotecnia ideada por un paciente del CRIT o de ciudad satélite. Pero peor, infinitamente peor, putamente peor, por la gente. Gente que a pesar de todo, va. Gente que a pesar de todo, imagina que va al lugar maaaaaas iiiiin de la oooonda wee. O seaaaa, bien naaaaiss veees? Gente que, aún en contra de los instintos más básicos de autoconservación, va a su comida de fin de año de la oficina al Papa Bill’s y supone que se la pasará de puta madre. Pulsión de muerte es comer y beber en el Papa Bill’s. Ni Freud pudo decirlo mejor.

Bueno, para todos esos clientes que, felices, se marchan del puto saloon con su playerita, su vasito, su sonrisa alcoholizada y vómito en las vestiduras del auto. Felicidades. Tienen la pinche comidadefindeañodelaoficina que se merecen.



Erick Dixit.



Y los muy hijos de puta tienen domingos familiares. Si un día conozco a un papá, mamá, matrimonio, niñera, hermano mayor, primo o lo que sea, que lleve a un indefenso infante a este abismo de putrefacción le obligaré a tragarse el menú infantil que, por gratuito debe ser la gloria de lo deleznable y, además le parto su madre!


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Me ha gustado la idea del blog, siento que le falta aún, pero se puede pulir y creo la idea puede cuajar. Me gusto el post de Alvaro de la composición, ja esta bueno.

Alvaro dijo...

Jaja, esos directivos son unos pinches genios.
Pero si, ahi va la gente al Papa bills... y al MCroñas... y al Starbucks... etc. etc.
Las mejores cantinas de la ciudad estan en el Centro!!. 12 pesos una chela!!